Riesgo macroeconómico
Luis Felipe Lagos M. Economista, consultor
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Luis Felipe Lagos
La positiva evolución de las economías de Estados Unidos y China augura un escenario promisorio para Chile y otras economías emergentes. Sin embargo, existe un riesgo de que todo resulte mal y los emergentes se vean afectados por una nueva crisis de deuda.
De acuerdo a las últimas proyecciones del FMI, China crecería un 8,4% en 2021, lo que constituye genuino crecimiento, dado que el país creció 2,3% en 2020. Por su parte, EEUU experimentaría un avance de 6,4% este año, más que recuperando la caída de 3,5% en 2020.
La magnitud de los estímulos fiscales y monetarios aplicados en este país indica que la economía alcanzaría en 2022 un nivel de PIB incluso superior al que se hubiera dado en la ausencia de la pandemia del Covid-19. Este fuerte dinamismo, como veremos, es una fuente de riesgo para las economías emergentes. La Eurozona se recuperaría más lentamente, creciendo 4,4%.
El paquete fiscal de US$ 1,9 billones (millones de millones), aprobado recientemente en EEUU, ha sido calificado de excesivo por economistas como Olivier Blanchard y Larry Summers. Su magnitud alcanza a 10% del PIB y sumando la ayuda anterior, el total ascendería a 24% del PIB. Esto, junto al estímulo monetario, representa un verdadero riesgo de "sobrecalentamiento" de la economía. A lo cual se agregaría un mayor gasto en infraestructura en el mediano plazo por US$ 2 billones.
El presidente de la Reserva Federal (FED), Jerome Powell, ha manifestado que la economía sufriría una leve y transitoria alza en la inflación, respecto de la meta de 2%, en promedio. Esto, por cuanto las expectativas se mantendrían bien ancladas a la meta. Sin embargo, mantener un ancla a punta de discursos es una estrategia débil, y evidentemente existe el riesgo que la inflación se eleve significativamente y de manera más permanente.
Esto llevaría a la Fed a aplicar los frenos, subiendo la tasa de política, a la vez que aumentarían las tasas de mercado de distintos plazos, causando una fuerte caída en el precio de los activos y una recesión en EEUU; lo que, por cierto, impactaría a las economías emergentes, al subir los costos de financiamiento; generándose una parada repentina de los flujos de capital, depreciando las monedas y ocasionando una crisis de deuda y recesión en los países más vulnerables.
Un episodio de esta naturaleza ocurrió a principios de los ochenta. La inflación llegó a un máximo de 13,5%; la Fed, dirigida por Paul Volcker, subió la tasa de política (fed funds) a 19%, y la tasa de mercado de los bonos del tesoro a 10 años escaló a 15,8%; EEUU cayó en recesión, con una disminución de 1,8% del PIB en 1982. Pero lo peor ocurrió en las economías emergentes de Latinoamérica que estaban fuertemente endeudadas. Los aumentos en el costo de financiamiento y huída de los capitales llevaron a una crisis de deuda y recesión. Se le conoce como la década perdida para este continente.
Para economistas como Kenneth Rogoff, la inflación no subirá mientras se mantenga la independencia de los bancos centrales y la globalización. Para otros, la experiencia de Japón es decidora: lleva veinte años tratando de elevar la inflación con una política monetaria muy expansiva, sin lograrlo.
Chile también puede evidenciar un incremento en la inflación. El impulso fiscal, sumado los dos retiros y un eventual tercero (cuasi fiscal) alcanzaría un 30% del PIB. Una cierta proporción de los recursos serán gastados, con un riesgo de sobrecalentar la economía y elevar la inflación.
Sólo el tiempo nos dirá si se concreta este escenario de riesgo para las economías emergentes.